En un contexto global marcado por la incertidumbre y las tensiones comerciales, América Latina se enfrenta a importantes desafíos estructurales y a una senda de crecimiento moderado. Este análisis profundiza en las proyecciones, el diagnóstico económico y las recomendaciones claves para impulsar un desarrollo sostenido.
Las instituciones multilaterales han ajustado sus cifras al alza para 2025, aunque mantienen un panorama de expansión limitada. La CEPAL anuncia un crecimiento del 2,4% para el próximo año, su segunda revisión al alza desde abril de 2025. Mientras tanto, el FMI proyecta una tasa del 2,0% y el Banco Mundial fija su estimación en el 2,3%.
Este rango de entre 2,0% y 2,4% refleja un incremento marginal respecto a 2024, pero confirma una tendencia de crecimiento bajo y estable que se prolonga desde 2017, con un promedio anual del 1,6%.
Estos datos revelan que, aunque existe cierta resiliencia frente a shocks externos, no se vislumbran repuntes acelerados que permitan superar la trampa de bajo crecimiento.
El desempeño de América Latina continúa condicionado por factores internos y externos. En primer lugar, la región muestra baja capacidad de crecimiento estructural, derivada de niveles insuficientes de inversión y de un estancamiento en la productividad. Asimismo, la elevada desigualdad limita el consumo y restringe la ampliación de mercados domésticos.
La dependencia externa es otro factor crítico: los vaivenes en las relaciones comerciales con China y Estados Unidos, así como las fluctuaciones en los precios de commodities, ejercen un impacto directo en el PIB de los países de la región. Esta dinámica expone la vulnerabilidad ante cambios en aranceles y tensiones geopolíticas.
La heterogeneidad en el desempeño subregional evidencia la necesidad de políticas diferenciadas que consideren las fortalezas y limitaciones propias de cada área.
El dinamismo del mercado laboral también muestra signos de fatiga. Se espera un incremento del empleo del 1,5% en 2025 y del 1,2% en 2026, cifras insuficientes para absorber la fuerza de trabajo que ingresa al mercado cada año.
Además, la informalidad persiste en niveles elevados, superando el 50% en varios países, y las brechas de género continúan afectando la participación plena de las mujeres en empleos formales y productivos.
La inflación en la región converge hacia las metas establecidas, pero a un ritmo más lento del deseado. Esto ha llevado a que algunos bancos centrales detengan o ralenticen los recortes de tasas iniciados en 2024.
La desinflación anticipada es clave para lograr una reducción sostenible de las tasas de interés y para evitar presiones excesivas sobre la moneda local frente al dólar.
El entorno internacional, aunque menos adverso que en las previsiones de abril de 2025, sigue presentando riesgos a la baja. La desaceleración de China, posibles correcciones abruptas en mercados financieros y la fragmentación geoeconómica son amenazas constantes.
Las economías avanzadas también enfrentan presiones sobre la sostenibilidad fiscal, lo que puede derivar en cambios repentinos de flujo de capitales hacia la región.
Para avanzar hacia un crecimiento más robusto, es esencial integrar políticas que combatan la informalidad, reduzcan la desigualdad y consoliden un entorno atractivo para la inversión sostenible.
América Latina cuenta con recursos naturales, capital humano y una población joven dispuesta a innovar. Aprovechar estas ventajas competitivas, junto con un enfoque regional coordinado, puede convertir las proyecciones moderadas en una oportunidad para un desarrollo inclusivo y resiliente.
Referencias