En un mundo donde el crédito es omnipresente, entender cuándo endeudarse es una herramienta para el crecimiento y cuándo se convierte en una trampa financiera es vital.
La deuda buena es aquella que impulsa nuestro patrimonio o genera ingresos futuros. Se caracteriza por financiar proyectos o activos que aumentan de valor o protegen contra riesgos importantes.
Este tipo de deuda suele tener tasas de interés relativamente bajas y plazos acordes a nuestra capacidad de pago, de modo que el esfuerzo mensual no pase del 30–35% de nuestros ingresos.
La deuda mala se destina a bienes o servicios que no conservan valor o que se consumen rápidamente. Está marcada por tasas de interés altas y plazos cortos, lo que incrementa los costos y puede desencadenar ciclos de sobreendeudamiento.
Estos criterios ayudan a evaluar si el crédito aportará un retorno real o simplemente aumentará nuestros costos.
Para medir la salud de nuestras finanzas, conviene revisar indicadores clave:
Proporción de ingresos destinada a la deuda: lo aconsejable es no superar el 30–35% del ingreso neto. Superar el 40% indica un riesgo elevado de impago.
Tasas de interés promedio en el mercado:
• Préstamos personales bancarios: 7–12% anual.
• Tarjetas de crédito: 20–50% anual.
• Microcréditos rápidos: > 100% anual.
Una vivienda bien ubicada puede apreciar entre 2% y 7% anual, lo que convierte a la hipoteca en una estrategia de retorno estimado supera el costo del crédito cuando genera renta.
Detectar a tiempo las señales de alarma evita caer en la espiral del sobreendeudamiento. Puntos clave:
1. La deuda produce un flujo positivo o, al menos, protege tu patrimonio.
2. El TAE es competitivo comparado con otras ofertas.
3. El bien o servicio adquirido conserva o aumenta su valor.
4. Evitar financiar solo el pago mínimo de tarjetas revolventes.
Si respondes con un “no” a la mayoría de estos puntos, es probable que estés asumiendo sobrendeudamiento y deterioro crediticio.
Detrás del endeudamiento hay patrones de conducta y emociones. La impulsividad, la presión social y la falta de planificación atentan contra decisiones mesuradas.
Adoptar hábitos de análisis sobre interés y plazo, consultar simuladores y comparar ofertas fortalece nuestra capacidad de elegir deudas que realmente sumen a largo plazo.
No toda deuda es negativa: eliminar por completo los créditos limita el acceso a oportunidades de expansión y protección. Sin embargo, una deuda sin intereses puede ser mala si financia un consumo improductivo.
El crédito responsable, usado de manera estratégica, mejora el historial financiero y ofrece oportunidades de crecimiento y protección frente a imprevistos.
La clave está en tomar decisiones conscientes, valorando el destino de cada euro prestado. Antes de solicitar crédito, plantéate:
• ¿Este préstamo generará ingresos o valor?
• ¿La tasa de interés es competitiva?
• ¿El plazo encaja con mi presupuesto?
Al responder con claridad y realismo, podrás potenciar las deudas buenas y mantener a raya las malas, construyendo así una salud financiera sólida y duradera.
Referencias