En un escenario marcado por incertidumbres y tensiones, los mercados globales han demostrado una capacidad notable para absorber impactos, adaptarse y recuperarse. Este artículo explora las claves de esa fortaleza y ofrece herramientas prácticas para navegar 2025 y 2026 con confianza.
El crecimiento mundial se sitúa en un rango modesto, alrededor de 2,3%–3,3% anual, cifras que, sin alcanzar picos, mantienen una velocidad de crucero cercana al 3% y evitan descensos pronunciados. Aun así, existe un debate entre un crecimiento bajo y fase recesiva, pues el umbral del 2,5% de PIB global suele asociarse con etapas de contracción profunda.
La desigualdad regional del crecimiento persiste: Estados Unidos avanza cerca de 1,8%, Europa en torno a 1,3% y Asia supera el 4,5%, impulsada por India y algunos emergentes dinámicos. Estos contrastes explican la metáfora de un mundo “superficialmente benigno pero con grietas”.
El comercio de mercancías registró un repunte de aproximadamente 5,3% interanual en el primer trimestre de 2025, una muestra de que los aranceles no detonaron una guerra comercial total y de la resiliencia ante shocks de oferta.
Los bancos centrales han reforzado su papel de protector del ciclo económico. Muchos aún disponen de margen para recortar tipos ante un nuevo deterioro, una auténtica “put” monetaria que ancla expectativas. La Reserva Federal, por ejemplo, equilibra datos de inflación y riesgos de enfriamiento excesivo.
En el plano fiscal, los estímulos son más selectivos que en la era post-pandemia. Los gobiernos aplican:
China, con una meta de crecimiento cercana al 4,5%, amplía el déficit para sostener la demanda interna, especialmente frente a la debilidad del sector inmobiliario y riesgos deflacionarios.
No obstante, el FMI advierte que cambios bruscos—una política fiscal más dura o una nueva escalada monetaria—podrían desencadenar endurecimiento súbito de condiciones financieras y salidas masivas de capital en emergentes.
Desde picos de tensión por aranceles o crisis políticas, las bolsas han ensayado caídas repentinas seguidas de rebotes igualmente veloces. Esta dinámica refleja la confianza en el apoyo de las políticas públicas y beneficios corporativos.
El MSCI All Country World Index cotiza cerca de 19,1x beneficios esperados a 12 meses, frente a su media de 16,5x en la última década. Esta valoración plantea interrogantes sobre el “margen de seguridad” ante sorpresas negativas. Cualquier shock macro o de resultados podría desencadenar correcciones severas.
Los resultados trimestrales han sorprendido al alza: en el segundo trimestre de 2025, el S&P 500 mostró un crecimiento del BPA del 8,3% y un aumento de ingresos del 4,9%, con más del 80% de empresas batiendo expectativas.
La tecnología y la inteligencia artificial siguen siendo motores clave, justificando parte de las valoraciones elevadas. Al mismo tiempo, sectores ligados a la seguridad económica y cadenas críticas reciben flujos crecientes de inversión, especialmente en EE. UU. y Europa.
El gran debate actual contrasta la tesis de la burbuja financiera frente a la convicción de fundamentos sólidos basados en productividad y avances tecnológicos.
Los credit spreads corporativos han caído a niveles históricamente bajos, señal de complacencia. En crédito privado, los impagos permanecen contenidos, aunque ya se observa repricing en nuevas emisiones de préstamos sindicados durante el primer trimestre de 2025.
En el universo de renta fija soberana, los rendimientos reflejan tensiones entre inflación remanente y expectativas de recortes. Los bonos de mercados emergentes siguen atrayendo demanda, si bien la imprevisibilidad de la política de EE. UU. añade volatilidad.
En caso de endurecimiento súbito de la Fed o de un repunte geopolítico, podríamos ver salidas de capital abruptas en emergentes y repricing generalizado de activos de riesgo.
La clave de la resiliencia no solo reside en curvas de interés o estímulos fiscales, sino en la notable adaptación de empresas y cadenas. Muchas han diversificado proveedores, acercado procesos productivos (nearshoring) y acelerado proyectos de digitalización.
Las cadenas de suministro se reconfiguran buscando un equilibrio entre eficiencia y robustez, con inventarios más flexibles y mayor visibilidad de extremo a extremo.
Los inversores instituidos, por su parte, incorporan criterios de sostenibilidad y gobernanza, destinando capital a empresas con modelos de negocio resilientes y orientados al largo plazo.
El horizonte para 2026 contempla crecimiento global alrededor del 3%, soportado por estímulos y ajustes empresariales. Sin embargo, persisten amenazas: un repunte mayor de la inflación, nuevas olas proteccionistas o crisis geopolíticas pueden revertir la tendencia.
Para navegar estos tiempos, los inversores pueden:
• Diversificar geografías y clases de activo.
• Priorizar calidad crediticia y de flujo de caja.
• Considerar duración en carteras de renta fija.
• Vigilar señales de política monetaria.
La gestión activa y el análisis profundo de fundamentales corporativos serán determinantes para capturar oportunidades y mitigar riesgos.
En síntesis, la resiliencia de los mercados post-crisis se apoya en un marco macro estable, un respaldo claro de autoridades y una transformación empresarial que refuerza la adaptabilidad. Mantenerse informado, diversificar y priorizar la calidad ayud
ará a transitar 2025 y 2026 con éxito, sacando provecho de un entorno lleno de retos pero también de posibilidades únicas.
Referencias